El mundo está lleno de curiosidades geográficas, moldeadas por tratados o conflictos irresueltos, que la historia ha desparramado en distintos puntos del planeta.

Una de ellas es la localidad española de Llivia, enteramente rodeada de territorio francés y unida a Cataluña por una carretera neutral. Se trata de un antiguo pueblo que, por el Tratado de los Pirineos del siglo XVII, quedó del lado de la frontera francesa.

“Estamos a tiro de piedra de España, a 5 kilómetros. Se puede ir caminando. Vivir acá ahora es fácil, pero durante el franquismo era difícil entrar y salir del pueblo”, dice su alcalde, Albert Cruilles.

Llivia no es la única curiosidad geográfica que sobrevive en el límite entre España y Francia. Del otro lado de la frontera, hacia el extremo oeste, la Isla de los Faisanes cambia de soberanía cada 6 meses. De hecho, el 1° de febrero volvió a ser parte de España, al menos hasta el 1° de agosto, cuando regresará a manos de Francia.

Llivia es una localidad histórica de Cataluña. El Tratado de los Pirineos, que puso fin a la guerra entre ambos países en 1659, cedió a Francia 33 pueblos catalanes que hoy integran el departamento francés de los Pirineos Orientales.

Pero Llivia se mantuvo bajo la órbita catalana. ¿La causa? Tenía el privilegio de ser una villa y no un pueblo y el acuerdo solo aludía a los poblados que habían quedado en la frontera norte de la cadena montañosa.

“Villa es un trato superior que nos había dado Carlos I. Por eso Llivia siguió siendo parte de España”, contó el alcalde.

Hoy, esta localidad y municipio catalán de 1500 habitantes vive del turismo y de la construcción. “Muchos catalanes vienen y compran viviendas o terrenos para construirse una casa de fin de semana. Eso nos perjudica porque los alquileres son muy altos. Además, en la zona hay 10 pistas de esquí. En plena temporada la población crece a 10.000”, dijo Cruilles.

Llivia no solo está rodeada de territorio francés. El pueblo más cercano, Estavar, está a apenas 200 metros. En Llivia se habla español, catalán y también francés. En Estavar solo francés.

En una época, era muy complejo viajar del pueblo hacia otro lugar de España. “Teníamos que tener un salvoconducto y viajar por carretera sin poder girar ni a izquierda ni derecha. Controlaban todo lo que llevábamos en la Aduana para evitar el contrabando”, dijo Cruilles.

El alcalde comentó que eso terminó cuando España ingresó a la comunidad europea. “Ahora todo es más fácil”, afirmó. Si bien hay una absoluta conexión con Francia, los jóvenes de Llivia mantienen sus vínculos con el pueblo.

Hoy, miles de españoles llegan a Llivia a hacer turismo. Practican esquí y pasean por un pueblo español perdido en Francia.
La Isla de los Faisanes cambia de bandera cada 6 meses
En el mundo hay casos de islas divididas en dos. En el Caribe, por ejemplo, la isla de Saint Martin tiene una parte francesa y otra neerlandesa.

Pero la Isla de los Faisanes va mucho más allá de eso. Es, en la práctica, un islote ubicado cerca de la desembocadura del río Bidasoa, uno de los límites naturales entre España y Francia. Su superficie es de 6820 metros cuadrados, más chica que una hectárea.

Curiosamente en esta isla se firmó el Tratado de los Pirineos que le dejó a España la villa catalana de Llivia.

Después de siglos de disputas, en especial entre pescadores de ambos lados del río, las autoridades españolas y francesas llegaron a un acuerdo amistoso en 1856: ejercer una soberanía compartida. Desde entonces, España se adueña de la isla el 1° de febrero y Francia toma posesión el 1° de agosto. Seis meses para cada una.

En el centro de la isla hay un monolito que recuerda el pacto. Pero el islote tiene además connotaciones históricas. Allí se llevaron a cabo intercambios de rehenes y hasta entregas de infantas en matrimonio. Se dice que en la isla se acordó el casamiento de Luis XIV con María Teresa de Austria, infanta de España. Hoy el pequeño territorio compartido es un símbolo de paz y su acceso al público está prohibido.
Bir Tawil, la tierra de nadie en pleno desierto
Pero el caso más curioso es sin dudas el de Bir Tawil. De 2600 kilómetros cuadrados, se encuentra entre Egipto y Sudán y está declarado como Terra Nullius. ¿Qué significa eso? Que es tierra de nadie.

Todo comenzó en 1898 cuando el imperio británico dividió Egipto de Sudán a través de una línea fronteriza que corría por el paralelo 22. Pero más tarde el límite se reestructuró a partir de la influencia de las tribus locales. Por ello, Bir Tawil pasó a formar parte de Egipto y Hala’lb de Sudán.

Pero Bar Tawil es una zona desértica y Hala´lb es rica en petróleo. Como no podía ser de otra manera, el conflicto estalló. Hoy los dos países reivindican su soberanía sobre Hala´lb.

Finalmente, cuando el Reino Unido abandonó el territorio en 1956, Egipto tomó posesión de Hala´lb. Pero los sudaneses se niegan hasta hoy a aceptar la pérdida de ese territorio. Por ende, no reclaman como suyo a Bir Tawil, al que consideran parte de Egipto. Ambos países reclaman como suyo a Hala´lb y aseguran que Bir Tawil no les pertenece. En concreto, no es de nadie.

Desde entonces, varios aventureros se declararon reyes de Bir Tawil, como el informático indio Suyash Dixit, que fue hasta allí en 2017 y se declaró rey del territorio colmado de arena como Suyash I.

Pero no fue el único. El estadounidense Jeremiah Heaton también viajó hasta la zona el mismo año para regalarle un cuento de hadas a su pequeña hija Emily, entonces de 6 años, a la que convirtió en “princesa” del imaginario “Reino de Sudán del Norte”.

Fuente: TN
El mundo
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