Todos los que el sábado fuimos a nuestro Teatro Gualeguaychú sabíamos que nos esperaba una comedia llena de equívocos, muy bien actuada. Y no nos equivocamos.
DE QUÉ TRATA LA OBRA
Como todos suponíamos, se trata de una comedia de enredos, donde la coexistencia de cuatro mujeres de disímiles caracteres e intereses en un mismo departamento, da lugar a los inevitables equívocos.

Pensemos todo lo que puede ocurrir cuando esas cuatro mujeres deciden, casi simultáneamente, publicar anuncios clasificados, cada quien ofertando lo de su interés, llenando los anuncios de síntesis y signos, que permitirán que cada lector lo interprete a su manera.

Y sí: entonces, aparecen cuatro hombres invocando el mismo aviso, pero cada uno por un tema distinto. A cada varón lo atiende una mujer que no es la que corresponde al interés del visitante, y ello da motivo a las situaciones cómicas imaginables.

Nada del otro mundo, es cierto; pero lo absurdo de la situación, y sobre todo la soberbia labor actoral de los ocho personajes, hacen que la risa se apodere de la sala de nuestro Teatro, en muchas ocasiones.
LOS PROTAGONISTAS
Andrea Frutos compone a una mucama correntina, haciéndolo con un look tipo Patora, la hermana de Patoruzú (¿la recuerdan?). Si el personaje es de por sí gracioso, la composición de Andrea multiplica esa gracia.

“Espartaco” es encarnado por Roberto Bussano, que hace gala de su vis cómica innata, que incluye como siempre apartarse del libreto, “morcillear” reiteradamente; en su rol de un (bastante venido a menos) galán que posaba para desnudos. Más allá de lo apropiado del personaje para el actor, Roberto se luce y es, seguramente, el más celebrado por el público.

En realidad, los ocho protagonistas tienen parejo nivel de actuación. Fabiana Llorens hace de pintora obsesionada con terminar un cuadro de desnudos masculinos, y lo hace con gestos convincentes.

Adriana Díaz es la dueña del departamento, que quiere alquilarlo a otra persona, distinta de las actuales, y (obviamente) de otro sexo. En un rol especial, Adriana saca provecho a sus muchas aptitudes artísticas.

Quien viene por el aviso de Andrea Frutos es Luis Alem, al que lo capturan quienes no debieran, y las situaciones permiten a “Bichi” desarrollar sus cualidades actorales. En definitiva, terminará consiguiendo su objetivo, que es hacerse de pareja.

A Evelyn González Hausch le toca en suerte un personaje para el que tiene adecuado fisic du rol (o phisique du role, si prefieren): el de la profesora de piano frustrada por falta de alumnos, que pone el anuncio para eso: pidiendo alumnos de piano.

Quien viene por ese aviso, y termina haciendo toda clase de otras cosas, en virtud de las metidas de pata de las otras mujeres, es un logrado Mario Damer, que da muy bien el personaje de un aprendiz de músico, que no entiende bien nada de lo que pasa.

Y Claudio Guerra merece párrafo aparte, porque saca adelante el personaje menos afortunado de la obra, el interesado en ser el nuevo inquilino del lugar. Y saca adelante su rol con recursos propios de un actor de raza, como es.

Para cerrar, diremos que se trata de una obra divertida, a la que favorece mucho la calidad de sus intérpretes. Espero que no sea la última presentación de “Usted ¿viene por el aviso?”, de modo que permita a más gente divertirse con una comedia que tiene momentos de humor blanco, y otros de tinte más osado.
Crítica teatral
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