La fiesta más genuina y, quizás, la más antigua arrancó en la noche del domingo. La avenida Cándido Irazusta fue escenario de la alegría multiplicada en miles de sonrisas, cientos de aplausos y mucho amor por una de las expresiones más auténticas de la ciudad.
Los Matecito son sinónimo de ingenio, creatividad, participación y esfuerzo. Madres y abuelas, tíos y padres se la pasaron semanas cortando, cosiendo y bordando trajes o crearon carrozas para que en la cálida noche los conjuntos carnavalescos y las murgas se luzcan. Todos suman su grano de arena.
A diferencia del Carnaval, aqui todo es más artesanal y hecho a pulmón. El asfalto hace las veces de alfombra roja, el sonido de "Muchachos ahora nos volvimos a ilusionar" sale de parlantes hogareños y las batucadas tienen sus cornetas murgueras flamantes, fabricadas con latas, cañas y papel de nylon.
Los Matecito son la magia de los vecinos protagonistas, chicos y grandes se pintan las caras con glitter, se disfrazan y caracterizan: esa noche son intérpretes de una historia y representantes de su barrio.
Los roles dejan de pesar y la energía carnavalera se apropia de los cuerpos. Esa magia es respaldada por amigos, familiares y vecinos que -entre risas cómplices- hacen palmas, alientan, sacan fotos o filman y señalan al encontrar al almacenero; a la portera de la escuela o hasta alguna nieta desfilando. Esa es la esencia de los Matecito: el barrio.
Pero esto no sería corso sino estuvieran las "batallas" de espuma. Un nene corre y sorprende a su mamá con un baño de espuma. En segundos antes de que lo reprenda se mezcla con los demás y los "disparos" desde la lata se esparcen como la nieve. Pocos llegarán a casa ilesos de los copos blancos que desde España hasta Montevideo riegan las estrellas.
Tampoco sería corso sin el humo tentador de una parrilla. Los 28 grados invitan a consumir en las cantinas de los clubes. Las hamburguesas y los chorri salen unos tras otros y no faltan las gaseosas y aguas saborizadas. Otros optaran por garrapiñadas, pochoclos o alfajores y el clásico copo de nieve. Así también se colabora con las instituciones locales.

Los Matecito son identidad, cultura y comunidad, aún muy propios de cada gualeguaychuense. Es tiempo que, poco a poco, sea un evento revalorizado y puesto en foco para que se transforme en una oferta turística diferencial.
Identidad Corsos Matecito
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