Sin importar el día de la semana, la hora ni el momento del mes, los vehículos se acumulan en el paso de frontera que antecede al puente internacional General José Artigas sobre el río Uruguay, el que une Paysandú con la argentina Colón. La gente se aguanta esas tres, cuatro, cinco, seis horas de espera para cruzar, tanto en la ida como en el retorno. Al volver, filas de autos quedan sobre la ruta “en el otro lado”, esperando que la Prefectura vecina autorice el paso. Está prohibido aguardar sobre el puente.

En la capital sanducera, los funcionarios de Aduanas y Migraciones carecen de descanso. Por momentos, no todos los carriles se encuentran habilitados y la demora, y el tedio, se incrementan. Los controles de los aduaneros, aseguran algunos, no siempre resultan estrictos: se cuelan más de los cinco kilos habilitados y las declaraciones de Aduanas –esas que habilitan a pasar un surtido cada 15 días– suelen incumplirse. Las incomodidades, el aburrimiento, las trabas que puedan existir quedan aparte si más allá, a apenas diez kilómetros, existe un lugar en el que se puede comprar por muchísimo menos y se logra que el sueldo rinda por dos. Más aun en tiempos de fiestas navideñas.

La realidad se acusa compleja para los comercios con paso de frontera hacia Argentina. Así como en suelo sanducero, también en Salto y Fray Bentos. La nafta, los comestibles, los artículos de limpieza, la gastronomía, la estética, la perfumería son todos rubros afectados por el efecto argentino y su tipo de cambio, y va para peor. Los comerciantes no ven la luz al final del túnel.

“Medicamentos que salen igual en el otro lado, lo compran también ahí”, dijo con resignación Belkis Carlis, una de las dueñas de la farmacia Xelecta de Paysandú. En su despacho ubicado al final del salón, comentó que lleva en el rubro tres décadas y que esta farmacia –junto a su socia María Emilce Cabrera– la comanda desde hace nueve años. En este sector, lo “más afectado es la parte de perfumería”, así como los productos de “venta masiva” como los desodorantes, los jabones o los champús. La dinámica ha estancado el negocio, que no se expande incluso en este diciembre, un mes típicamente zafral.

“Hay cosas que las vas manteniendo, pero no podemos crecer”, continuó. Carlis mencionó que han sostenido reuniones de “todo tipo”: con el Centro Comercial, con la Intendencia, ejemplifica. Pero nada. “Cero, no hay respuesta de ningún tipo”. Se sienten “un poco abandonados”. La clave está a “nivel político”, asentó.

“Sí, abandonados y desamparados, porque cada mes a los importes los tenés que pagar, te lo cobran igual y no te extienden la fecha, el plazo, para pagar. No hay ningún tipo de contemplación. Yo no veo que hagan nada absolutamente, acá todo el mundo está de brazos cruzados”, se quejó.

“Lo triste” será, señaló, cuando pasen “enero y febrero”. “Porque en diciembre hay un movimiento extra por las fiestas, y que tampoco fue lo que se esperaba. Se llevó a cabo un plan de descuentos, siempre sacrificando los porcentajes de ganancia. Así mismo no cumplió con las expectativas. Le buscas la vuelta, con las tarjetas, con los descuentos, y ni así se mueve. No hay manera. Se repone lo justo y necesario. Vas pisando suavemente a ver lo que pasa”, ahondó con aun más resignación.

Y esa “diferencia cambiaria abismal” y que no pueden “manejar” lleva al comerciante de frontera a un estado de sobrevivencia. El panorama resulta penoso. “Vos podés sobrevivir unos meses, pero esto va para muy largo. En abril hará un año que estamos así”, añadió Carlis en relación a la reapertura de las fronteras tras la pandemia del covid-19. “No lo vamos a poder resistir y tendremos que empezar a mandar al seguro, cosa que no queremos. Es una crónica de una muerte anunciada”.

La fidelidad de sus clientes es lo que los está “salvando” por el momento, en un sector, el farmacéutico, que nunca había estado “tan bajo como ahora” en la ciudad. “Pero no solamente la farmacia, es la economía de Paysandú porque esto es una cadena que nos afecta absolutamente a todos. Porque el dinero se va para otro lado y esa es la triste realidad. Todo el mundo consume todo del otro lado, y no solamente lo de farmacia: también estética, alimentos, nafta, etc”, subrayó. “Lo que pasa acá es que no hay controles en la frontera. Todo el mundo lo sabe: pasan cualquier cosa en cualquier horario. Entonces, ¿cómo pretendes que el comercio sobreviva con los controles que son cero?”.

Carlis dijo que si llegara la necesidad de enviar a algunos de sus empleados al seguro de paro, ella se quedará a “subsistir hasta el último momento”, atendiendo el comercio “desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche”. “Es la fuente de trabajo de ellos la que está en juego y ellos lo saben, pero hay gente que no se da cuenta, y vive en un espejismo”.
Entre los vecinos y el bagashopping
Las peores tasas de desempleo del país se encuentran en el litoral oeste, según el último reporte del Instituto Nacional de Estadística (INE) divulgado a principios de diciembre. Para el trimestre móvil agosto-octubre, Río Negro presentó una tasa del 13,4 por ciento, seguido por Salto con 12,5 por ciento y por Paysandú, con 11,1 por ciento.

Para los comerciantes esto responde al efecto Argentina. Los números, en la diferencia de precios, resultan muy elocuentes. De acuerdo al último Indicador de Precios Fronterizos, publicado en noviembre y que elabora el Observatorio Económico de la Universidad Católica en Salto, el departamento salteño se encuentra 122 por ciento más caro en relación a los precios de Concordia. Este dato se puede trasladar a los precios en Colón (Paysandú) y Gualeguaychú (Fray Bentos), dijo Gimena Abreu, una de las economistas encargadas del informe.

El estudio, que releva el precio de 60 artículos, no ha presentado “grandes cambios” desde hace más de un año. “Y se espera que se mantenga”, añadió. “Hay que entender que hay que acostumbrarse a vivir con esto y actuar en consecuencia”.

Las diferencias más pronunciadas, según el Indicador, están en bebidas alcohólicas y tabaco (201 por ciento más caro), comidas fuera del hogar (159 por ciento), bienes diversos –como el desodorante, champú, pasta dental, jabón o papel higiénico– (152 por ciento), alimentos y bebidas no alcohólicas (144 por ciento). También la nafta (140 por ciento) y el gasoil (187 por ciento).

Cercana al Salto Shopping y a la antigua terminal ferroviaria, se encuentra una estación de Ancap comandada por Luis Muguerza, un empresario y economista que cree que lo que sucede en la frontera con Brasil, con Artigas y Rivera, se asemeja a la realidad de los vecinos con Argentina. Más allá del éxito riverense con los free shops, “hoy en día son ciudades fantasmas prácticamente”. Y eso es lo que teme para el litoral.

“Cada vez hay menos lugares genuinos de trabajo en esta zona y no se toman medidas de base. Por la menor actividad económica que va a haber, se hace menos rentable producir o más riesgoso invertir. Entonces la gente se desplaza por otro lado”, comentó en el escritorio contiguo al minimercado de su estación.

Sus ventas en nafta, desde marzo, bajaron un 50 por ciento –y eso que en el Litoral cuesta 30 por ciento menos que en el resto del país–, aunque hubo una mejora en la comercialización del gasoil de la mano de la expansión del sector agrícola y frutícola. Sin embargo, de ningún modo “compensa” aquellas pérdidas. “El cliente echa menos y no llena el tanque, generalmente. El cliente se mantiene, aunque la cantidad de veces que viene es menos, o echa 300 pesos para llegar a Concordia y hacer los 30 kilómetros hasta la primera estación”, explicó Muguerza.

Está “convencido” que se necesitan medidas profundas y “estructurales” para cambiar la pisada de la situación. Para ello, dijo, resulta clave habilitar la micro importación. “Genera competencia, como primera cosa. Tenemos un problema de precio relativo, con una serie de productos mucho más caros respecto a Argentina, productos que ya sabemos cuáles son. Estos en Uruguay están muy regulados, no hay libre importación. Son pocas las empresas o una la que trae. Por eso estamos pidiendo la micro importación para ese tipo de productos”, aseveró. Añadió que 600 personas escribieron y firmaron una carta al gobierno reclamando este mecanismo.

Además, tiene “muchas ventajas”, continuó. “Abarata el consumo de los ciudadanos, porque te da la opción de comprar a precio de Argentina. Segundo, el gobierno formalizaría la economía. Esos productos ya vienen y tenemos los precios bagashopping”, añadió en relación al muy conocido lugar de puestos de venta y que suele llamarse popularmente así, pese a que su nombre es Paseo de Compras.

La feria ilegal más grande de Uruguay está distribuida como en forma de triángulo entre la avenida Gobernador de Viana y Juan H. Paiva, con unas canchas de fútbol hacia el centro, con unos 500 puestos que ofrecen ropa, zapatos, alimentos, artículos de farmacia, etc. En general, la mercadería es argentina. Cada puesto, conectados entre sí por un pasillo, ofrece todas las formas de pago –efectivo o tarjetas–, y todos los empleados se muestran muy serviciales a la hora de atender a los clientes. De cualquier modo, allí no existe regulación.

Por tanto, se hace más concluyente contar con la micro importación, insistió Muguerza. “El Estado va a recaudar más, porque con esto se plantea pagar todos los impuestos, y por adelantado. También creemos que genera competencia y siempre el importador va a tener su ventaja al sumar un precio competitivo acá”, argumentó.

Para el empresario hay falta de “voluntad política” para abordar a fondo este asunto y también una “presión muy grande” de “cuatro o cinco empresas” que seguramente “tengan mucho poder”. “Se prioriza las ganancias de ellos frente al desempleo”, dijo.

Proyectó que en el término de dos años, entre Salto, Paysandú y Río Negro, se perderían entre 7 mil y 8 mil empleos más debido al efecto Argentina. En cuanto al costo fiscal, señaló que se estima entre impuestos de IVA y renta unos US$ 50 millones y el costo de BPS por seguro desempleo, y demás, sería alrededor de US$ 70 millones. “En total, un costo de US$ 120 millones anuales que se concretaría al final de un año y medio”, mencionó Muguerza, al frente de esta estación desde hace 10 años. “Todavía no vimos nada. Estamos en el principio, es de lo que nos tenemos que dar cuenta”, agregó quien, por ahora, no mandó a ninguno de sus 24 empleados al seguro de paro.

Fuente: El Observador
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