Rubén Cortina

@mundial_uni

La reducción de la jornada laboral: un debate impostergable

La audacia debe caracterizar las propuestas de la hora. La magnitud de los cambios producidos en este año y medio y los que sobrevendrán interconectados con las transiciones demográfica, del clima y la tecnología ameritan promover cambios otrora difíciles de incorporar a las agendas de la política, particularmente de la economía y los mercados de trabajo.

La idea de la puesta en práctica de una jornada reducida de trabajo siempre ha estado presente en los ámbitos políticos, académicos y sindicales, aunque no prioritariamente.

Las características de la jornada laboral en los nuevos trabajos de la economía digital ilustran la necesidad de pensar esta cuestión en términos no tan lejanos y abstractos.

Por la razón que fuere, no se puede ignorar que una propuesta de reducción de jornada se ubica en primera línea, cuando del futuro de la sociedad del trabajo se trata. Chile, país al que se toma como ejemplo de modernidad económica, se encuentra con un proyecto en el Congreso, desde antes de la pandemia.

Algunos pregonan su implantación vinculada a aseveraciones económicas, relacionadas con la revolución tecnológica y su impacto sobre la productividad del trabajo.

Otros demandan su vigencia en orden a disminuir los altos índices de desempleo, con un razonamiento inequívoco: ¿cuál es la razón que determina la existencia de sobrecarga de trabajo mediante el sistema de horas suplementarias pudiendo esa sobrecarga realizarla un desempleado?

Máxime teniendo en cuenta la creciente informalidad y el desempleo de los últimos años. No están ausentes quienes invocan propiedades de reordenamiento del trabajo y consecuentemente, de mejor funcionamiento del mercado laboral.

Más allá de los argumentos, desde siempre se ha planteado la posibilidad de la reducción de la jornada de trabajo. ¿Qué otra cosa ha sido la lucha por jornadas de trabajo reducidas, como un hilo conductor, entre otros, de la historia del movimiento trabajador?

Sería saludable que en Argentina se empiece a debatir, con mayor asiduidad y desde diversos ámbitos, propuestas de reducción de la jornada de trabajo. No con el ánimo de transpolar mecánicamente experiencias existentes en otras latitudes ni de creer que un objetivo de esta naturaleza constituye la panacea a la diversidad de problemáticas de nuestro mercado laboral.

Sí, para ubicarnos en un nuevo corredor de discusión en el que se entrecruzan, no sólo, las posibilidades de un modelo que subordine la economía a las necesidades y reivindicaciones sociales, sino también la creación, mediante las duraciones de trabajo más reducidas, de una esfera creciente de puesta en común comunitaria, evitando que el menor trabajo necesario para el funcionamiento del modelo económico se salde con más desocupación, informalidad y desintegración.

Numerosos interrogantes se presentan a la hora de tocar el tema. ¿Cómo se implementa?, ¿Cómo se financia?, ¿Importa reducir proporcionalmente salarios?, ¿Puede abarcar a todas las ramas de actividad o sólo a algunas? ¿Se implementa por ley o por negociación colectiva? Y tal vez, la más importante de todas: ¿Es viable en Argentina?

Todas estas preguntas tienen diversidad de respuesta. La última, no. Sería como preguntarse, a principios de siglo, si tenía algún sentido reclamar las 8 horas diarias de labor, o el descanso semanal u otras demandas que se plasmaron años más tarde.

En primer término, es necesario crear un ámbito de concertación social y política amplio, en materia de empleo, desde el Parlamento Nacional, en el que se debería producir, entre otras cuestiones, una intensa investigación, consultas intersectoriales, académicas, científicas, etc. en relación a la factibilidad de una reducción generalizada de la duración del trabajo.

Es precisamente de ese ámbito del que debería surgir, en un lapso de tiempo, una propuesta legislativa orientadora, que plasme objetivos, metodologías, formas, plazos de implementación, financiación. En este sentido, el funcionamiento del Consejo Económico y Social puede aportar para este debate.

No cabe lugar a duda, que, por tratarse de una temática íntimamente vinculada al accionar colectivo de los trabajadores, las organizaciones sindicales jugarían un papel trascendental a través de la negociación colectiva, produciendo multiplicidad de acuerdos multisectoriales.

En ellos, se podrá plasmar la reorganización del trabajo, la duración de los equipamientos, los horarios, la planificación de la productividad, la evolución de los trabajadores, sus calificaciones, su formación, las remuneraciones, etc.

La implementación de un proceso de estas características, aunque pueda parecer utópica, permitiría iniciar un camino de recuperación de las esperanzas de cientos de miles de argentinos que observan y vivencian como han sido expulsados, no sólo del trabajo registrado, sino de la vida en sociedad. De nada vale objetar un desafío de esta naturaleza, alegando, por ejemplo, el ya tradicional incumplimiento de las 8 horas.

Las 8 horas legales no se cumplen porque el alto desempleo flexibilizó de hecho la jornada de trabajo, por la precariedad que se observa en los nuevos nichos de empleo vinculados a los trabajos impactados por las nuevas tecnologías y por las consecuencias laborales de la pandemia.

No se trata sólo de terminar con las jornadas agotadoras surgidas de esta realidad, sino de cambiar cualitativa y cuantitativamente el concepto de jornada de trabajo, caminando, hacia un máximo legal menor al actual, construido social y sectorialmente.

El debate centrado en la reducción de la duración del trabajo constituye un puente capaz de comunicar la simple administración de la nueva fase globalizadora pandémica, con la génesis de un salto cualitativo inclusivo y con derechos, imposible de desestimar a la hora de proclamar una mejor normalidad.

Rubén Cortina es Director del Instituto del Mundo del Trabajo "Julio Godio", de la UNTREF. Presidente de UNI-Sindicato Global. Está a cargo de la Secretaria de Asuntos Internacionales de nuestra Federación (Faecys).

Fuente: Clarín

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